UN VASO MEDIO…

Si te muestro un vaso hasta la mitad de agua, u otro líquido, seguramente dirás:

  1. Que el vaso está medio lleno, o bien
  2. Que el vaso está medio vacío.

Un vaso medio...

En cualquiera de los dos casos se trata de una interpretación. Y cada una lleva aparejada una emoción. En el caso de ver el vaso medio lleno, es una emoción positiva, optimista. En el caso de ver el vaso medio vacío es una interpretación más pesimista, basada en la carencia. Pero la realidad es que el vaso está hasta la mitad… Es un hecho, sin emociones.

El vaso medio vacío

Cuando te fijas en las carencias de tu vida, en lo que no tienes y te gustaría tener, pones el énfasis en la parte vacía del vaso. Supones que tu felicidad se encuentra en conseguir llenar el vaso… Sea cual sea la circunstancia de tu vida, te parecerá que aún te falta algo. Un mejor trabajo, más dinero, una relación sentimental mejor, mejor salud o forma física, más tiempo de ocio…

Poner tu atención exclusivamente en lo que piensas que te falta, te hace sentir incomplet@. Esto te crea un estrés (consciente o inconsciente) para conseguir “llenar” tu vida. Un estrés que te acompaña continuamente porque nunca llegas a sentir que ya has llegado…

En este caso es más fácil sentirse triste, “fracasad@”, inferior. O pensar que se tiene mala suerte, que la vida no le trata a uno bien…

Cuando consigues alguno de tus objetivos, pronto se queda corto y ya no te satisface igual. Por ejemplo, te compras un coche, y al principio estás muy content@ con él. Pero al cabo de un tiempo, te acostumbras, y lo das “por hecho”. Además, en tu calle aparcan coches mejores que el tuyo. Todos tus vecinos tienen coches superiores, más nuevos y potentes. Te comparas, y te ves inferior… Y así con cualquier cosa: ropa nueva, una casa, incluso una pareja. Te instalas en la amargura.

En el “vaso medio vacío” te comparas, no te valoras; vives, en definitiva, en la carencia. 

El vaso medio lleno

Sin embargo, cuando ves el vaso medio lleno, te estás fijando en todo lo que ya tienes. Valoras lo que has conseguido hasta ahora. Cómo eres, lo que tienes, lo que haces. Vives con más alegría y optimismo. No necesitas compararte con nadie. Eres consciente de que ya vives en la abundancia, valorando todo lo que te rodea.

Una actitud así te libera del estrés, del “tener que”. No es una actitud de conformismo. Más bien se trata de apreciar lo positivo de cada situación, de cada vivencia.

La felicidad se encuentra en el momento presente. No depende de un logro o de una nueva situación futura. Puedes ser feliz ahora, tal y como eres, con lo que tienes, con lo que haces.

Y esta actitud te facilitará que mejores en todos los aspectos de tu vida. Casi automáticamente, sin grandes esfuerzos.

El equilibrio

La realidad es que el vaso está hasta la mitad. Una visión realista y equilibrada no haría ninguna interpretación. La vida trae consigo de todo: circunstancias favorables, y situaciones más difíciles. Tristezas y alegrías. Carencias y abundancias. Salud y enfermedad. Pobreza y riqueza. Relaciones y soledad. “Panes” y “piedras”…, que con el tiempo, llegas a ver que las “piedras” también eran “panes”, como decía el gran sabio Vicente Ferrer.

El equilibrio interno te mantiene en paz, independientemente de cómo sean las circunstancias que vas viviendo.

Eres consciente de la parte “vacía”. La aceptas, pero no te conformas. Si quieres, puedes mejorar y hacer lo que esté en tu mano para “llenar algo más el vaso”. Pero por supuesto no te vienes abajo porque exista esa parte vacía.

Y sobre todo, eres consciente de la parte “llena”. De todo lo que ya tienes en tu vida. Y esto te permite disfrutar, sonreír, ser feliz.

Y más allá de todo, puedes ver que el vaso siempre está lleno, aunque no siempre de lo que esperas ver… 

 

Cómo pasar del vaso medio vacío al vaso medio lleno

Existe un método sencillo y rápido para pasar de ver tu vida como un vaso medio vacío, a verla como un vaso medio lleno. Es agradable de poner en práctica, y te lleva casi automáticamente de la carencia a la abundancia. Y todo en las mismas circunstancias en las que te encuentras en este momento.

Se trata del agradecimiento. Simplemente agradece todo lo que ya tienes. Si no lo haces, empieza con lo más inmediato: tu cuerpo, tu respiración, tus alimentos, tu ropa, las personas que amas… Escribe la palabra”Gracias” o “agradecimiento” en algún sitio que veas a menudo durante el día, y así te acordarás de hacerlo. Es suficiente con que dediques uno o dos minutos cada vez. Si meditas, estaría muy bien que incluyas el agradecimiento en tu meditación.

Puedes leer más sobre el poder del agradecimiento pinchando aquí.

Y también en este artículo acerca de la abundancia, aquí.

Integra el agradecimiento en tu vida, y verás como todo cambia, incluso si todo parece igual… 🙂  El vaso hasta la mitad se verá medio lleno, o incluso más que medio lleno.

¡Gracias!

¡Namasté!

Logan G. C.

 

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